El hombre cristiano desde tiempos inmemoriales ha demostrado una incesante necesidad de mantenerse ocupado con toda clase de actividades, que con el pretexto de ser “actividades lúdicas” no hacían más que mantenerles alejados de allí de donde nunca debió salir: el campo que arar, el mar que pescar o el barrio cristiano en el que comer cerdo y fornicar con mujeres sin rasurar. Si bien a lo largo de los siglos dichas actividades han sido principalmente agresivas sino directamente salvajes, los tiempos van cambiando y esos malditos afeminados ya no ven aceptable que 2 hombres hasta morir en la arena –aunque nada dicen de que un hombre le mida el lomo a un toro con una espada- por lo que en los últimos siglos se han tenido que dedicar a buscar actividades alternativas al, pese cristiano, noble arte de matarse los unos a los otros. Así nació el deporte, creado por los griegos para practicar el arte de la guerra y convertido por los cristianos en 22 señores con piernas depiladas corriendo tras un balón. O 21 señores con piernas depiladas corriendo tras un balón y Raúl González Blanco.
Sin embargo en determinados círculos el deporte tradicional no satisfacía sus ansias de adrenalina, por lo que idearon utilizar los recientes avances en el motor de explosión para crear las carreras de coches. A lo largo de décadas y décadas se fueron formando diversas modalidades, pero ninguna tan seguida, tan derrochadora, tan absurda –y por lo dicho anteriormente- tan cristiana como la Formula1.
¿Y en que consiste esta actividad? resumiendo podriamos definirlo como 20 señores subidos en coches muy muy MUY caros, dando vueltas a circuitos por todo el mundo comportandose como si dichos automóviles se movieran por la sola fuerza y potencia de sus muy musculados muy venosos y muy cargados de testosterona testículos y el concepto de motor de explosión es un mero acompañante secundario de lo que conocemos como cojones.
Preguntas que el buen y temeroso de alá creyente se formulará al ver por primera vez la formula1:
1.- hacia donde se dirigen: hacia ningún sitio. Si el movimiento se define como el desplazamiento de un objeto desde un punto A a otro punto B, entonces y con las leyes de la física en la mano (y rezando porque alá no nos ampute dicha mano con su cimitarra) los coches de formula1 no se mueven. Su objetivo es llegar exactamente al mismo sitio del que partieron, dando vueltas sin ton ni son a un circuito cerrado.
2.- porque no se empotran los unos contra los otros: porque son cristianos. Es la desventaja que les da seguir a un profeta que se dejó capturar por los romanos, mientras tú, nuestro fiel lector, sigue a Mahoma que salió por patas de La Meca en cuanto vio que los picoletos se ponían farrucos.
3.- que ganan las compañías que se gastan miles de millones de dinares en esos coches tan caros: hasta el momento se desconoce. No tenemos constancia en esta redacción de que nadie jamás haya comprado un Ferrari en vez de un Porsche por emular a Schumacher o adquirir un Renault en vez de un Ford por simpatía con Alonso (si hubiere algún simpatizante de Alonso).
¿Entonces porque debería el lector seguir la formula1, aguantar al calvo de tele5 acosar sexualmente a Alonso, permitir que su mente pierda el tiempo en ver a alguien tan descaradamente de sobra en la faz de la tierra como Hamilton? Seguramente porque sea la manera más fácil (y legal) de tener la posibilidad de ver una muerte cristiana real en directo, sin arriesgarse a tener que soportar a Matías Prats a cambio si vemos esa muerte en las noticias. Solo así es comprensible que nadie pase el menor tiempo viendo ese pozo sin fondo de dinero que es la Formula1. Ojalá dedicaran todo ese dinero en peleas de monos rabiosos con cuchillos.
Es por ello que no podemos mas que recomendarte, joven musulmán, que huyas de la formula1 como el cristiano huye de la fe verdadera.